Puse
la alarma en mi celular a las seis y treinta de la tarde. Quería dormir un poco
para continuar con mis lecturas. Me tapé la cara con el edredón y me sumergí
profundamente en el mundo de los sueños.
Otra
vez tuve un episodio extraño. Soñar que sueñas, dentro de tu propio sueño suena
increíble, pero no es nada agradable. Cuando sientes que ya estas despierto y
que todo ha terminado, quieres volver a respirar, pero no puedes. Algo te
impide. O tal vez alguien lo hace.
Creo
que me despierto, pero todo sigue oscuro, aún sigo soñando. Y aun sigo
escuchando esa hermosa canción. Solo me acuerdo una parte, dice algo así “yo
quisiera ser un alma libre en tu
recuerdo.. quisiera cambiar las olas por ángeles”.
Una
hermosa voz entonada por una guitarra, una hermosa voz que me envuelve. Y ya no
se si estoy dormida o despierta, porque sigo acostada en mi cama y el edredón
tapando mi cara. No tuve las agallas
para retirar el edredón de mi rostro y ver quien era. Tenía miedo. Pero sabía
que esas hermosas melodías eran para mi.
Pensé
que seguía despierta cuando vi al costado de mi cama que una mano pequeña,
parecía de una niña, salía lentamente y apuntaba a la dirección contraria. Dijo
en tono de reproche “Felipe no quiere dejar de cantar”.
Me
asusté. ¿Quién diablos era Felipe? ¿Porqué estaba en mi cuarto cantándome una
canción? Una canción que por cierto no me la puedo sacar de la cabeza, tiene un
ritmo exquisito. Si tan solo la hubieran escuchado como yo, entonces me
entenderían.
Hice
mis intentos por tratar de despertarme. Sentía que mi cuerpo se movía con
desesperación y que los párpados de mis ojos se iban a salir de mi rostro. Pero
al fin lo conseguí. Logré despertarme. Aún tenía los ojos cerrados. Sentía que
el edredón aún acariciaba mi cara. Entre mis pensamientos me dije “que bueno,
al fin estoy despierta”. Sabía que ya había atardecido. Mis ojos sentían que ya
no penetraba tanta luz en el cuarto.
Pero
cuando quise abrir los ojos me fue inútil. Algo me lo impedía. Comencé a escuchar
de nuevo esa hermosa canción. Me sentía muy confundida, no sabía lo que estaba
pasando. Y de nuevo un susurro. Era la misma voz de la niña que me habló
anteriormente. Pero su tono ya no era de reproche. Con una voz suave y delicada
me dijo “Felipe es un duende”.
En
ese momento mi corazón salió disparado de mi cuerpo. Tampoco tuve las agallas
para ver el rostro de la niña que me estaba hablando. Lo único que quería era
despertar. Salir corriendo de allí, porque los duendes me espantan.
Me
asusté tanto que ese fue el golpe necesario para volver a la realidad. Al fin
logré despertarme por completo. Temblaba. Me levanté y corrí a ver mi celular.
Quería asegurarme que de verdad estaba despierta. Agarré el celular con la mano
y empezó a vibrar. Miré la pantalla y era la alarma que había programado ates
de irme a dormir.
Eran
las seis y treinta en punto. Sabía que esto ya no era un sueño. Lo único que se
me pasó por la mente fue “tengo que escribirlo”. Y aún cuando lo escribo pienso
en Felipe, pienso en su canción, y pienso en mi cobardía.
No hay comentarios:
Publicar un comentario