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domingo, 7 de abril de 2013

Más allá de los sueños


Puse la alarma en mi celular a las seis y treinta de la tarde. Quería dormir un poco para continuar con mis lecturas. Me tapé la cara con el edredón y me sumergí profundamente en el mundo de los sueños.

Otra vez tuve un episodio extraño. Soñar que sueñas, dentro de tu propio sueño suena increíble, pero no es nada agradable. Cuando sientes que ya estas despierto y que todo ha terminado, quieres volver a respirar, pero no puedes. Algo te impide. O tal vez alguien lo hace.

Creo que me despierto, pero todo sigue oscuro, aún sigo soñando. Y aun sigo escuchando esa hermosa canción. Solo me acuerdo una parte, dice algo así “yo quisiera ser un alma libre en tu  recuerdo.. quisiera cambiar las olas por ángeles”.

Una hermosa voz entonada por una guitarra, una hermosa voz que me envuelve. Y ya no se si estoy dormida o despierta, porque sigo acostada en mi cama y el edredón tapando mi cara.  No tuve las agallas para retirar el edredón de mi rostro y ver quien era. Tenía miedo. Pero sabía que esas hermosas melodías eran para mi.

Pensé que seguía despierta cuando vi al costado de mi cama que una mano pequeña, parecía de una niña, salía lentamente y apuntaba a la dirección contraria. Dijo en tono de reproche “Felipe no quiere dejar de cantar”.

Me asusté. ¿Quién diablos era Felipe? ¿Porqué estaba en mi cuarto cantándome una canción? Una canción que por cierto no me la puedo sacar de la cabeza, tiene un ritmo exquisito. Si tan solo la hubieran escuchado como yo, entonces me entenderían.

Hice mis intentos por tratar de despertarme. Sentía que mi cuerpo se movía con desesperación y que los párpados de mis ojos se iban a salir de mi rostro. Pero al fin lo conseguí. Logré despertarme. Aún tenía los ojos cerrados. Sentía que el edredón aún acariciaba mi cara. Entre mis pensamientos me dije “que bueno, al fin estoy despierta”. Sabía que ya había atardecido. Mis ojos sentían que ya no penetraba tanta luz en el cuarto.

Pero cuando quise abrir los ojos me fue inútil. Algo me lo impedía. Comencé a escuchar de nuevo esa hermosa canción. Me sentía muy confundida, no sabía lo que estaba pasando. Y de nuevo un susurro. Era la misma voz de la niña que me habló anteriormente. Pero su tono ya no era de reproche. Con una voz suave y delicada me dijo “Felipe es un duende”.

En ese momento mi corazón salió disparado de mi cuerpo. Tampoco tuve las agallas para ver el rostro de la niña que me estaba hablando. Lo único que quería era despertar. Salir corriendo de allí, porque los duendes me espantan.

Me asusté tanto que ese fue el golpe necesario para volver a la realidad. Al fin logré despertarme por completo. Temblaba. Me levanté y corrí a ver mi celular. Quería asegurarme que de verdad estaba despierta. Agarré el celular con la mano y empezó a vibrar. Miré la pantalla y era la alarma que había programado ates de irme a dormir.

Eran las seis y treinta en punto. Sabía que esto ya no era un sueño. Lo único que se me pasó por la mente fue “tengo que escribirlo”. Y aún cuando lo escribo pienso en Felipe, pienso en su canción, y pienso en mi cobardía. 

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