“El arte es mi vida”,
dijo Marco Rodríguez, mientras pintaba los tallos de las flores. Llevaba puesto
una máscara blanca y una gorra negra. Apenas se le veía el rostro, tenía varias
arrugas alrededor de sus ojos y unas pestañas abultadas y largas. Su piel estaba seca por el sol y sus manos
manchadas de pintura verde y amarillo.
Marco,
como muchos otros artistas, forma parte del proyecto Galería de Arte Urbano de
Quito, con el objetivo de plasmar en
paredes, puentes, túneles y muros, enormes lienzos en estos espacios públicos.
Esta
iniciativa la desarrolla el Municipio de Quito con el fin de reproducir obras de reconocidos
artistas ecuatorianos como Oswaldo Guayasamín, Gonzalo Endara Crow, Rodrigo Viera,
Xavier Calderón, Luciano Mogollón, Nelson Román e Isabel Ullauri.
Marco, junto con
otros siete artistas, están encargados de darle vida al mural del colegio militar que
corresponde a la zona del Hotel Marriot. Este acrílico sobre pared tiene como
nombre “Retornar a la tierra y sentirla “ y hace referencia al a la obra del
artista ecuatoriano Rodrigo Viera.
“Para mí,
pintar este mural es como sentir adrenalina”, mencionó Marco mientras daba
varias pinceladas de color amarillo en las hojas verdes. Aunque apenas se le
veían los ojos, resaltaban de alegría y emoción. Dijo que el realismo le
apasionaba igual que la naturaleza, y por eso se sentía contento pintando este
mural.
“Yo aprendí a pintar por inercia”. “Hace muchos años
atrás yo trabajé con el Endara Crow”. Y es que este pintor proveniente de
Ibarra vino a vivir en Quito cuando tenía 12 años. Su familia se asentó en unas
tierras heredadas en Sangolquí (metafora)
Marco trabajaba
de día en el taller de arte de Endara y estudiaba por las noches. “Lo primero que me pusieron a hacer fueron
líneas rectas, si las hacia bien me contrataban. Después, poco a poco fui
adquiriendo experiencia y comencé a pintar cosas más difíciles”. Marco trabajó
cuatro años allí, tiempo que sin duda lo enriqueció de conocimientos y técnicas
artísticas.
Hoy en día, Marco posee su propio taller en Sanqolquí, pues al parecer la
vida le ha tratado bien, a pesar de las historias extraordinarias que quiso compartir
conmigo. Sin rodeos dijo “una vez me contrató un narco”. Sorprendida por esa afirmación
le dije con amabilidad que me cuente su historia.
“El narco vivía en la calle 145 y laureles en Bogotá, su nombre era
Iván”. Marco sin saber por quien había sido contratado aceptó el trabajo que su
hermano le había conseguido. Cuando llegó a Bogotá entonces pudo darse de qué
tipo de trabajo se trataba. “Tenía que pintar desnudos. Un mural enorme de
desnudos, con prostitutas posando para mi”. Me explicó que en esa ciudad las
prostitutas son exclusivas para los narcos, cada uno tenía más de siete mujeres
a su disposición.
“Lo primero que me dijeron cuando acepté el trabajo fue: verás maricón,
tu dices una sola palabra y te mato”. Con esa amenaza tan escalofriante Marco
no tuvo más opción que aceptar el trabajo. Estuvo tres meses pintando el mural
y ganó $13.000 por hacerlo. “A la final te sientes como ellos porque te dan
todo”. Marco vivió una gran experiencia en Bogotá, tenía un chofer que le
llevaba a todas partes, le pagaban hospedaje y alimento, y hasta le dieron un adelanto de $1.000 para
que se gaste solo en ropa.
“Una vez hasta me llegaron a decir: ¿usted quiere pegarse una colombiana?
Escoja cualquiera que le guste.” “Yo, por recelo dije que no quería, pero como
uno es hombre fue difícil contenerse y decir que no. Pero a la final me fue
bien, con todo ese dinero puede construir mi casa ”
Estas son las historias de tantos artistas urbanos, que en este caso,
forman parte de este proyecto. Lo que se busca es consagrar a la ciudad de
Quito, entre las cinco mejores ciudades del mundo en cuanto a arte urbano. Las
calles de esta hermosa ciudad, se verán transformadas en una verdadera galería
de arte para el deleite de todo el público.
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