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viernes, 19 de abril de 2013

El Mejor oficio del mundo


Gabriel García Márquez explica la evolución que el periodismo ha tenido hasta llegar a la sociedad actual. Dice que antes, en su época, las escuelas de periodismo y la carrera misma no estaba en boga, simplemente habían pequeños talleres de redacción.
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La herramienta más utilizada por los periodistas era la libreta y el lápiz, herramienta realmente eficaz que permitía la retención del periodista y la compresión de los hechos. García Márquez dice que alguien tendría que enseñar a los colegas jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes del oficio.

Más adelante, al periodismo se lo llamó Ciencias de la comunicación o Comunicación Social. De esta manera el periodismo se asienta como una cátedra en las universidades, pero sus estudiantes carecían cada vez más de sentido común.
García Márquez se queja que hoy en día, los recién graduados de las universidades, tienen mala gramática y redacción, además que carecen de ética. Muchas veces creen que destapar información nueva, a costa de todo, y hacerlo publica, es la mejor noticia. Pero la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la que se da mejor.

Por toro lado, parece ser, que el oficio del periodismo no logró evolucionar a la misma velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. La principal consecuencia de esto es que ahora se vive una deshumanización. No hay ética, no hay moral, no hay principios, no hay valores.
  
Esto ha creado que la profesión se torne un tanto peligrosa. Al no existir ética, el periodista utiliza declaraciones falsas, manipulaciones malignas y tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma mortal. El mal periodista piensa que su fuente es su vida misma y por eso la sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la decencia de la segunda fuente. El mal periodista es aquel que no escucha las respuestas de sus entrevistados por pensar en la pregunta siguiente. De todos modos, la mala práctica periodística no son siempre por inmoralidad, sino también por falta de dominio profesional.
García Márquez afirma que toda la formación periodística debe estar sustentada en tres pilares maestros: la prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el zumbido al moscardón. Finalmente, si un periodista no logra cumplir con esta lógica, la vida misma se encargará de decidir quién sirve y quién no sirve para esta profesión.


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