Gabriel García Márquez
explica la evolución que el periodismo ha tenido hasta llegar a la sociedad actual.
Dice que antes, en su época, las escuelas de periodismo y la carrera misma no
estaba en boga, simplemente habían pequeños talleres de redacción.
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La herramienta más utilizada por los periodistas era la libreta y el lápiz,
herramienta realmente eficaz que permitía la retención del periodista y la
compresión de los hechos. García Márquez dice que alguien tendría que enseñar a los colegas
jóvenes que la casete no es un sustituto de la memoria, sino una evolución de
la humilde libreta de apuntes que tan buenos servicios prestó en los orígenes
del oficio.
Más adelante, al
periodismo se lo llamó Ciencias de la comunicación o Comunicación Social. De
esta manera el periodismo se asienta como una cátedra en las universidades,
pero sus estudiantes carecían cada vez más de sentido común.
García Márquez se queja
que hoy en día, los recién graduados de las universidades, tienen mala gramática
y redacción, además que carecen de ética. Muchas veces creen que destapar
información nueva, a costa de todo, y hacerlo publica, es la mejor noticia.
Pero la mejor noticia no es siempre la que se da primero, sino muchas veces la
que se da mejor.
Por toro
lado, parece ser, que el oficio del periodismo no logró evolucionar a la misma
velocidad que sus instrumentos, y los periodistas se extraviaron en el
laberinto de una tecnología disparada sin control hacia el futuro. La principal
consecuencia de esto es que ahora se vive una deshumanización. No hay ética, no
hay moral, no hay principios, no hay valores.
Esto ha
creado que la profesión se torne un tanto peligrosa. Al no existir ética, el
periodista utiliza declaraciones falsas, manipulaciones malignas y
tergiversaciones venenosas que le dan a la noticia la magnitud de un arma
mortal. El mal periodista piensa que su fuente es su vida misma y por eso la
sacraliza, la consiente, la protege, y termina por establecer con ella una
peligrosa relación de complicidad, que lo lleva inclusive a menospreciar la
decencia de la segunda fuente. El mal periodista es aquel que no escucha las respuestas
de sus entrevistados por pensar en la pregunta siguiente. De todos modos, la
mala práctica periodística no son siempre por inmoralidad, sino también por
falta de dominio profesional.
García Márquez afirma que toda
la formación periodística debe estar sustentada en tres pilares maestros: la
prioridad de las aptitudes y las vocaciones, la certidumbre de que la
investigación no es una especialidad del oficio sino que todo el periodismo
debe ser investigativo por definición, y la conciencia de que la ética no es
una condición ocasional, sino que debe acompañar siempre al periodismo como el
zumbido al moscardón. Finalmente, si un periodista no logra cumplir
con esta lógica, la vida misma se encargará de decidir quién sirve y quién no
sirve para esta profesión.

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