Ecuador.- El Proyecto de Código Orgánico Integral Penal,
define en el art. 1 del Capítulo Octavo, la dosis máxima de consumo personal.
La tenencia o posesión de cualquier droga no será punible, siempre y cuando el
consumo personal y su cantidad no excedan las descritas en un
cuadro.
Según fuentes de Diario el
Universo, desde el retorno a la democracia, el Ecuador ha tenido dos
Constituciones Políticas. La primera, aprobada a través de un referéndum, entró
en vigencia en 1978 y fue reformada doce ocasiones hasta 1998. Y la segunda, suscrita
en el año 2008 por el gobierno del actual Presidente de la República, Rafael
Correa.
Ésta última fue
sometida a referéndum
constitucional el 28 de septiembre de 2008, ganando la opción
aprobatoria. En este marco, la Constitución de 2008 dejó de criminalizar la
tenencia y consumo de drogas; sin embargo, aun no se establecía la cantidad que
una persona podía tener para no ser considerado un delito.
En
ese sentido, el artículo 364 de la Constitución ecuatoriana de ese año
estipula: “Las adicciones son un problema de salud pública. Al Estado le
corresponderá desarrollar programas coordinados de información, prevención y
control del consumo de alcohol, tabaco y sustancias estupefacientes y
psicotrópicas; así como ofrecer tratamiento y rehabilitación a los consumidores
ocasionales, habituales y problemáticos(…) en ningún caso se permitirá su
criminalización ni se vulnerarán sus derechos humanos”.
El
consumo de droga en el Ecuador ya estaba descriminalizado en la Constitución,
pero faltaba fijar la tabla que complemente aquello. El proyecto de ley
original, que justamente establece la despenalización del consumo de drogas en
cantidades mínimas, fue remitido el 12 de octubre de 2011 por el
Ministerio de Justicia, pero no fue aprobado en la Asamblea anterior. Sin
embargo, la urgencia de la ley fue ratificada por el presidente Correa para el
actual período legislativo.
El
21 de mayo del 2013, el Consejo Nacional de Control de Sustancias
Estupefacientes y Psicotrópicas (Consep), junto con el Ministerio de Salud
Pública (MSP), acogieron el informe que establece la tabla de cantidades
máximas admitidas para la tenencia y consumo de drogas de una persona en el Ecuador.
Así,
para la marihuana y hachís, el límite es 10 gramos; para el opio es 4
gramos; para la heroína (diacetilmofina) es 100 miligramos; para la cocaína es
5 gramos; del LSD (lisergida) es 0,020 miligramos, y para la metanfetamina es
80 miligramos, granulado, polvo o cristal o en unidad de hasta 400 miligramos.
Sin embargo, para que la aplicación de esta
ley sea obligatoria para los jueces, se requiere incorporarlo en el
proyecto del nuevo Código Orgánico Integral Penal (COIP), que está en pleno
debate en la Asamblea Nacional.
Esta no es la única inquietud que se ha planteado en torno a
la ley. Para la médica especialista en Salud Pública, Miriam Muñoz, la nueva
ley basa su accionar en la dosis que puede un adulto llevar, pero no dice nada
sobre el consumo.
En este sentido, ella estipula la siguiente interrogante: “¿puedo
consumir en un parque? ¿es lícito que el derecho de una persona adicta se sobre
ponga al derecho de un niño, una niña, o una mujer embarazada en un espacio
público?” Aunque la ley explicite la cantidad máxima de droga que se puede
portar, no se manifiesta nada sobre los lugares en los cuáles una persona puede
consumir.
Por
otro lado, Rómulo Tehanga, estudiante de sociología de la Universidad Católica
de Quito, afirma que la despenalización de las drogas es algo que se ha venido
hablando durante algún tiempo atrás. Él asegura que siempre han habido poderes
económicos ocultos atrás de todo esto que controlan el mercado, pero que en
realidad no les importa quiénes consumen.
“Yo
creo que si vamos a prohibir algo, prohibimos todo, porque esto se maneja bajo
el criterio de lo que puede ser perjudicial para la salud del ser humano. Pero
en realidad el alcohol, el café en exceso, y hasta la comida en exceso son
perjudiciales para la salud, entonces deberían estar prohibidas”, manifestó
Tehanga.
Sin
embargo, la polémica ley ha desatado un discurso en torno a lo legal y a lo
ilegal, lo que ha provocado criterios en contra y a favor. Este es el caso de
María Laura Camacho, estudiante de primer año de la Universidad de las
Américas. Camacho manifiesta estar en contra de la ley porque esto provocaría
que las personas consuman cada vez más.
“Si
esto se hiciera legal, va a terminar siendo como el cigarrillo, y en el caso de
la marihuana peor. Porque ésta droga te deteriora intelectualmente,
anímicamente, destroza tu cerebro y cambia tu sistema, sin mencionar las otras
drogas fuertes que acaban con tu organismo. Por lo tanto, no estoy de acuerdo
con la nueva ley ”, expresó Camacho.
Para
el semiólogo Carlos Aulestia, el consumo de drogas en adolescentes y jóvenes universitarios,
se ha incrementado notablemente en los últimos años, pues esto responde a un
ritual de seguir una moda y tener aceptación social.
Sin
embargo hay otro factor importante que influye notoriamente: “hoy en día existe
muchísima oferta de estupefacientes que antes, y son fáciles de conseguir,
sumado a esto, el poder adquisitivo que
tiene ahora un estudiante se ha incrementado notablemente ”, ratificó Aulestia.
Como
docente universitario, este semiólogo recomienda a sus estudiantes que lean y
que se informen acerca de este aparente problema social. Manifiesta que la
única manera de combatir el consumo de drogas es con el conocimiento.
A
pesar de que aun existe este prejuicio social
de que el drogadicto es una persona mala, que tiene muchísimos problemas
que no los puede resolver, y que por eso necesita una “ayuda especializada”, es
importante dejar de lado todas estas etiquetas que giran en torno a la
exclusión del sujeto. Si no lo hacemos,
caeremos en una suerte de “discriminación positiva”, es decir, tener lastima
por la persona que no puede dejar de consumir, y encerrarla en un centro
especializado.
Hay que dejar de pensar que el encierro es la mejor ayuda que se puede
brindar. Nunca se puede combatir un problema si las autoridades lo siguen viendo
desde afuera. Así lo estipula el estudio de la sociología: “los fenómenos
colectivos producidos por la actividad social de los seres humanos, dentro del
contexto histórico-cultural en el que se encuentran, deben ser estudiados desde
la raíz del problema mismo.”
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