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martes, 29 de octubre de 2013

Cuando Assange me dejó plantada

El 14 de junio del 2013, se aprobó en el Ecuador, después de tres años, la nueva Ley Orgánica de Comunicación, con 108 votos a favor de un total de 135 asambleístas.


La polémica ley desató varias reacciones en la población, especialmente de los medios privados, quienes manifestaban que este plebiscito iba en contra de la libertad de expresión.


En este marco, la SECOM (Secretaria Nacional de Comunicación del Ecuador), organizó la CUPRE, primera cumbre para un periodismo responsable, los días 19 y 20 de Junio en Guayaquil

Más que un periodismo responsable, la CUPRE representaba un movimiento inteligente y estratégico para demostrar que en el Ecuador si existe la libertad de expresión, si es que la misma es tratada con responsabilidad.

La mañana del 19 de Junio, personas de todas partes del Ecuador, se reunieron en el Parque Histórico de Guayaquil para dar inicio a esta cumbre. Muchas expectativas se generaron para este gran evento, lo cierto es que ninguna de ellas se las logró cumplir.

Ríos de gente haciendo fila para poder entrar, el sistema de inscripciones colapsó, los nombres de las personas inscritas no constaban en el sistema, no había suficiente espacio para albergar a tanta gente. Se corrían rumores de que todo esto estaba sucediendo, porque en la plataforma virtual de la CUPRE, se les había olvidado cerrar las inscripciones.

Se podía apreciar rostros de desesperación y de agotamiento por tanta espera. Lo cierto es que tanta gente desesperada en un solo lugar, significaba la visita del presidente Rafael Correa, quien por cierto dio la primera charla magistral para esta cumbre.

Cuando el mandatario terminó su charla, instantáneamente el Parque Histórico de Guayaquil se convirtió en un pueblo fantasma. El conglomerado humano que estaba en desesperación por asistir al evento, había desaparecido como por arte de magia.

Y el segundo día no fue la excepción. El 20 de junio era el último día de las charlas. Por supuesto que había menos gente, tal vez encontraron algo mejor que hacer, pues créanme que la decepción pudo más que lo magistral.

Sin embargo, como por arte de magia, nuevamente el conglomerado humano volvió para presenciar una de las charlas finales. Y es que no era cualquier ponencia, Julian Asange estaría en vivo a través de una video conferencia.  

Habían más de 200 personas en la sala principal, y quien sabe cuántas más en las salas aledañas. Gente impaciente, gente con calor, gente desesperada. Todas ellas aguardando el momento para ver a Assange.

Finalmente el polémico Julian apareció en pantalla: “Hi Ecuador, do you hear me?”. Inmediatamente fue recibido por aplausos del público. Parecía como si hubieran visto a Madonna. La gente aplaudía con tal emoción, que el señor Assange pudo convertirse en una estrella de Hollywood durante esos minutos.

La ponencia de este emblemático personaje estuvo atado a los wikileaks y al juego de poder que pocos tienen para controlar la información. En este sentido, el juego de la comunicación y la generación de opinión publica, se ve manejada por países que tienen las posibilidades económicas de hacerlo.

La sala principal de la cumbre, parecía una sala de zombies. Las personas no quitaban la mirada de la pantalla y escuchaban con exagerada atención la ponencia del señor Assange. Finalmente, se dio paso a la ronda de preguntas. Afortunadamente me dieron la oportunidad para interrogarle a Julian Assange.

Los zombies despertaron de su eterno descanso y esa sala parecía una jungla. Todos querían preguntarle algo a Assange, pero solo cuatro fuimos escogidos de entre tantos muertos. La primera era yo. Tenía una pregunta perfecta: “Julian, a raíz de la filtración de información de los wikileaks, y la polémica mundial que usted ha desatado, ¿qué mensaje o qué enseñanza nos deja a nosotros, estudiantes universitarios de periodismo, este acontecimiento?”

Con los nervios de punta, veía a Assange por la pantalla de una laptop. Él tan tranquilo, simplemente aguardaba para  contestar las preguntas. De repente una chica se acercó apresurada y le arranchó el micrófono a uno de los organizadores. Se puso al frente de la laptop y lanzó una pregunta. Su pregunta fue tan irrelevante que ni si quiera me acuerdo cual era.

Lo cierto es que indignada tuve que esperar al segundo turno. Assange simplemente se limitó a contestar la pregunta absurda que le habían hecho. Aun con nervios, repasaba una y otra vez la pregunta que tenía en mi mente, cuando de repente sucedió lo más frustrante.

“Bueno se acaba de perder la conexión con Assange, ya no habrán mas preguntas”, mencionó uno de los organizadores. Esa frase me carcomió el estómago y la frustración corría por mis venas. El señor Assange se había extendido demasiado en su ponencia, y tenia un limite de tiempo para permanecer conectado a la video conferencia. Ese fue el día que Julian Assange me dejó plantada.



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